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La Higuera: Pueblo de existencia prehispánica.

Por Josefina Blanco Pool

La Higuera, es un tranquilo poblado sobre la ruta 15, a 200 kilómetros de la ciudad de Córdoba, que por decreto el 1º de agosto del 2007 es reconocido como el primer poblado de Córdoba de existencia prehispánica y cuyo aniversario se remonta a miles de años antes de la llegada de los conquistadores.

En el imponente paisaje de esta localidad se encuentra un verdadero tesoro arqueológico. En la zona se pudieron encontrar vestigios de valor incalculable de distintas culturas y épocas: arte rupestre, petroglifos (grabados en piedra por picado o frotación), morteros (en un predio de cinco kilómetros por cinco kilómetros se relevaron más de 300), punta de lanzas y flechas, entre otras cosas.
María Mercedes Herrera,
Federico Blanco Pool y Javier Paz, un grupo de historiadores y especialistas en culturas aborígenes fueron quienes investigaron, tanto en la historia como en la zona de La Higuera para la tesis en la que se basó el decreto.
Según la historia recorrida por los tesistas, la necesidad de
refundar el pueblo, surge de los mismos habitantes quienes desean conocer sus orígenes y su historia y se reconocen como descendientes de los pueblos comechingones del noroeste cordobés.

Invisibilización
Las máximas de progreso y civilización con las que los colonizadores invadieron las tierras y evangelizaron a los pueblos aborígenes, sin miramientos -con imposición, muerte y poder- han generado en el entramado social resquemores, opiniones encontradas y juicios sectarios que muestran la faceta mas absurda e indigna: reforzar ideas tan funestas como la de “civilización vs barbarie” y proponer una lectura de la historia de héroes y próceres frente a los bárbaros e insurgentes.
Con estas categorías cimentadas aun más en las instituciones educativas
-temática que merece una lectura más profunda y critica- la sociedad en su mayoría, desconoce el mundo de creencias, costumbres y valores de los pueblos originarios.
La razones son varias: mala información, ignorancia, desinterés, ausencia de
iniciativas de inclusión y diversidad cultural y social en las principales políticas publicas de los gobiernos, indiferencia en recuperar las lenguas nativas; todas cuestiones postergadas que instituyen, por su omisión, aún más la brecha de desidia de los gobiernos y el desinterés en conocer la historia en los ciudadanos. Una historia plural, diversa, intercultural, no instituida, que no “encaja” con la dada, la instituida, cerrada, vencedora, acérrima y única valedera de las instituciones y regimenes educativos.
Esta historia de omisión de los gobiernos, las
instituciones, se ve reflejada en los medios de comunicación en el tratamiento dado a la temática. Así la información y abordaje del tema apelan al lector sentimientos de lástima o caridad y presenta de manera superficial la realidad de la comunidad, menoscabando las propias concepciones vitales profundas del pueblo aludido.
Con estos vicios, durante el 2009, los medios masivos de
comunicación fueron delineando con comentarios, informes y entrevistas una realidad largamente solapada y encubierta: la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas en el territorio nacional.
Apartándose de esta inmediatez masiva, y con un arduo trabajo de investigación de los historiadores y el pueblo en su conjunto, La Higuera, comenzó a organizarse para cambiar el atropello y la imposición, por la acción y la revalorización de sus orígenes.
Esto pudo manifestarse en la participación activa y de denuncia social, de todo el pueblo frente a la destrucción ocasionada por la actividad minera en la zona y la extracción de granito en el sitio arqueológico “Casa del TIGRE” (centro ceremonial originado unos 8000 años antes de Cristo).
Esta preocupación por conservar y proteger su patrimonio histórico, es muestra de la resistencia de este pueblo que pudo organizarse a partir del poder de la historia oral, la valorización de sus ancestros, la memoria viva, sus costumbres y creencias.

El peso de la avaricia, la realidad de las comunidades.
Conocer los lugares sagrados de pertenencia y culto de los pueblos originarios, implica pensar una realidad de encuentro y diversidad muy distinta a la que se intenta mediatizar en los medios. La imagen de exclusión, de pobreza y de “objeto de caridad” creada por los medios juegan un peso fundamental, que relativiza la situación como parte de un proceso sistemático de invasión y despojo del hombre “blanco”. Productos de este accionar son las consecuencias nefastas en el medio ambiente, la degradación y el empobrecimiento de los suelos, la escasez de agua, la precarización de la salud.
Esta situación ha instalado las banderas de lucha y soberanía en los pueblos aborigen que en pie reivindicativo de sus tierras, están en lucha constante, frente a la lógica de la explotación y el usufructo económico de sus suelos.
La sabiduría de sus ancestros, el respeto por la tierra y sus historias de luchas y de vivir en armonía con su entorno sin destruirlo, marcan su realidad, muy diferente a la dibujada en los medios.
La Higuera se presenta así como un pueblo que frente al proceso de aculturación sufrido, ha generado estrategias de revalorización y acción, tendientes a la rearticulación de su comunidad originaria y a rescatar su historia.

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